Dónde llevar a un turista si sólo tiene un día en Caracas

By Angelica - 19 agosto

Desde mi perspectiva, hay muchísimo por conocer en Caracas.  Ciertamente, la ciudad puede ser hostil y definitivamente tenemos mucho espacio para mejorar... Lo importante es enfocarnos en las cosas buenas, andar con sentido común y no perder el entusiasmo por descubrir nuevos lugares y dejarnos sorprender.


El objetivo del día era mostrarle un poco de la ciudad a un canadiense nacido en UK y de raíces indias, un dominicano que vive en Puerto Rico, un mexicano que apenas conozco y un caraqueño que pasó por un turista más.

Partimos del Hotel Pestana en Santa Eduvigis, tomamos el metro en dirección a Propatria y nos quedamos en la estación El Silencio.

En una sola carrera atravesamos la Avenida Sucre, el semáforo en plena esquina no tenía luz así que no quedó de otra.  Allí, frente a nosotros la "Escalinata del Calvario", Parque Ezequiel Zamora o Graderías Colón, construidas con este ultimo nombre hacia 1885 (según "La Nomenclatura Caraqueña" de Rafael Valery, a quien recurrí para indagar sobre la historia de varios de los sitios mencionados a continuación), aunque la estatua del almirante genovés desapareció hace unos cuantos años.

Por ahí leí que son 101 escalones, 5 plazas y 8 bustos y estatuas.  Lo primero que encontramos fue El Parnaso, impetuosas columnas que servían de inspiración a los artistas de finales del siglo XIX, entre bonitos jardines diseñados por paisajistas franceses.  

El Parnaso

A lo lejos el Palacio Blanco, cuya construcción fue iniciada en el año 1884 bajo el mandato de Joaquín Crespo.  Curiosamente, en el año 1911 este inmueble fue rematado y vendido a la Nación por el General Félix Galavís por tan solo quinientos mil Bolívares.  El Palacio de Miraflores fue la primera construcción antisísmica del país, cuenta con fuentes de mármol y muebles de los siglos XVIII y XIX y valiosísimas obras de Arturo Michelena, Alirio Palacios y Julián Oñate.

Ya en la cima, nos encontramos con el reloj "guzmancista", la capilla de Lourdes construida en un estilo neogótico y que actualmente está clausurada (al menos la puerta principal está sellada con cemento), un Café Venezuela con mesitas, mucha brisa y un montón de perros callejeros.

Reloj "guzmancista"
Capilla de Lourdes

De bajada, caminamos hasta el Arco de la Federación.  Este monumento fue erigido en conmemoración de la Guerra Federal y diseñado por los arquitectos Juan Hurtado Manrique y Alejandro Chataing.

Arco de La Federación, al fondo el tranvía
Una vez en el pie de la Escalinata, caminamos hasta la Plaza O'Leary, pasamos por El Capitolio Nacional, entre el bululú y la gente, llegamos a la Plaza Bolívar.  "Corazón, pulso y huella" de Caracas según el cronista Carlos Eduardo Misle.  Hace más de trescientos años, esta "Plaza Mayor" servía como mercado, tenía un estanque de reparto de agua, se celebraban las corridas de toro y "se alzaban los cadalsos y la picota para los condenados a pública vergüenza".

Capitolio Nacional
Plaza Bolívar de Caracas
Entramos a la Catedral, que en comparación con los principales templos de otras capitales, fue edificada de manera muy modesta, probablemente con bahareque y techo de palma en el año 1567, "un retablo aumentado" según Carlos Raúl Villanueva, afectada por los terremotos de 1641, 1766 y 1812, ha perdido altura a lo largo del tiempo y según la historia, sirvió para el bautizo de Simón Bolívar en el año 1783.

Catedral Metropolitana de Caracas
En diagonal, la Casa Amarilla que nos recuerda la señal del Padre Madariaga en el balcón aquel 19 de Abril de 1810.  Otros puntos de interés son el Museo Sacro, el Palacio Arzobispal, el Teatro Principal, el Palacio Municipal y el Edificio Chataing.

De allí caminamos hasta la Casa Natal de Simón Bolívar, donde aún se conservan los enseres de aquella época, las telas y pinceladas de Tito Salas que narran los acontecimientos más importantes de la vida del Libertador, así como la pila bautismal que pertenecía a la Catedral.

Justo al lado está el Museo Bolivariano.  Me gustó la vibra en los alrededores, un cantante popular con muy buena voz entonando canciones de música criolla en la Plaza El Venezolano, una feria artesanal y para mi sorpresa un toldo con dos simpáticas muchachas donde pude conseguir un mapa de Caracas con los principales atractivos turísticos.

La siguiente parada era el Panteón Nacional.  Atravesamos la Avenida Urdaneta, caminamos bajo la sombra y el verdor de los árboles por un pasaje que nos condujo al recinto donde yacen los restos de Simón Bolívar.  Sin embargo, ya era casi mediodía y había más o menos cola.  Así que lo dejamos para otra ocasión y tomamos un taxi hasta la estación de teleférico para subir al Ávila.

Panteón Nacional

Como era de esperarse en plena temporada vacacional, día sábado, la cola era kilométrica.  Luego de unos 45 minutos de espera, escuchamos que el Sr. del kiosquito le decía a alguien por teléfono "no te vengas, aquí son tres horas para subir y tres horas para bajar".  Ante ese indirecto y muy poco alentador mensaje, insistimos en esperar.  Logramos comprar los tickets (65 Bs Boleto general, 100 Bs para los Extranjeros), sin pensar que de ese punto al acceso a las cabinas nos esperaba al menos 1 hora y media más.  

Luego de un buen rato bajo el sol, decidimos irnos a comer y renunciar al boleto que habíamos comprado.  Lo bueno es que si lo sellas, tiene validez por 30 días (según el taxista de Martes a Jueves, es menos complicado subir).

Agarramos un taxi hasta Santa Eduvigis y de allí partimos por recomendación de Emil al restaurante Vista Arroyo en La Guairita.  Según el blog "Caracas Ciudad de la Furia", una de las cosas que hay que hacer en Caracas antes de morir es "darse una vuelta por la calle Luis de Camoes (La Guairita) y ver cuán elásticas son las leyes anti piratería en esta ciudad".  Nuestros amigos turistas quedaron un poco sorprendidos.

La idea era almorzar comida típica, así que de entrada pedimos unos tequeños, luego una Punta en Vara, Chorizo, Yuca asada, Ensalada de Aguacate y Palmito, cada uno se tomó dos jugos naturales divinos y refrescantes y los muchachos pidieron café.  ¿La cuenta? 1601 Bs.  No estuvo mal, y el ambiente bien agradable con música en vivo, una brisa súper rica y niños paseando a caballo.

Una parrillita en Vista Arroyo

Ya tipo 4:30 pm nos fuimos por los caminos verdes al Hatillo.  Estacionamos donde siempre y caminamos hasta la Plaza Bolívar, nos metimos en Hanssi donde Manny finalmente compró su shot de Venezuela, un cuatro larense con todo y estuche y nosotros aprovechamos de comprar el mapita de Margarita (próximamente).

Con la sed que tenía, sugerí ir por algo de tomar.  Así que descubrimos "El Mercadito - Taller Gastronómico".  Me llamó la atención la terraza, donde queda Hatillo Burger, se veía fresca y el muchacho de la entrada nos dijo que tenían mojitos y tinto de verano.  Sin embargo, esta vez seguimos de largo y nos recibieron en Ají Mole, el restaurante de comida mexicana y peruana al fondo de esta acogedora casita.  

Emil y yo pedimos Mojitos de parchita (aunque no estaban en la carta, preguntamos y los prepararon para nosotros... flexibilidad! me encanta!!), Sat pidió una Solera Azul, Edgar un Pisco Sauer y Manny un Mojito clásico.  A los minuticos, el barman se acercó a nuestra mesa y nos preguntó qué tal los tragos.  Nos contó que el local tiene unos tres meses y que él es italiano, pero estuvo trabajando en Cancún y empezó a trabajar hace un mes y medio en Ají Mole.  Definitivamente, ese tipo de detalles marca la diferencia.

Tragos en Ají Mole

La cuenta fue de 490 Bs.  Por la calidad de los tragos y la esmerada atención, sin lugar a dudas volveré para reseñar la comida.

Luego rodamos hacia la Iglesia "gótica" camino a La Lagunita.  Para nuestra sorpresa, estaba abierta!! Nunca había entrado en una iglesia ortodoxa rumana.  Toda una estimulante experiencia: himnos religiosos de esos que te ponen los pelos de punta (Prosomia), el penetrante olor a madera y las impresionantes pinturas al óleo que cubren todas las paredes.

Iglesia San Constantino y Santa Elena

Investigando un poco más, me enteré que su nombre es Iglesia San Constantino y Santa Elena y está construida en pura madera sin un solo clavo "para evitar semejanzas con los herrajes y martirios de la crucifixión".  Fuera de Rumania, sólo existen dos iglesias de este estilo: la de Caracas y otra en Chicago.  Interesante, ¿no?

Caída la noche, con ganas de pasar por Los Próceres y como Plan B echar un vistazo al Mirador de Valle Arriba, preferimos terminar el paseo y descansar luego de un largo día.

  • Share:

0 comentarios